Los aniversarios de La Boca resultan muy significativos para mí. Hace más de 30 años sus calles pintorescas fueron cómplices de una de las decisiones más trascendentales de mi vida: dejar un trabajo estable como técnico del Instituto de Tecnología Agropecuaria para dedicarme por completo a mi vocación artística. Con constancia y creatividad, me hice un hijo más de este barrio de artistas tan talentosos. Son muchas las vivencias y los buenos amigos que he tenido gracias a este lugar único en el mundo. A pesar de sus contrastes, entre la opulencia y la precariedad, La Boca sigue pintando, sigue bailando, sigue cantando, manteniendo con vida el sueño de Quinquela. A esa Boca que persiste con color y alegría, la celebro en su 151° aniversario, deseando que su luz nunca se apague.